sábado, 28 de abril de 2012

De esas cosas que pasan (o que me pasan)


Imaginar toda una conversación de importancia con alguien. Crear el escenario perfecto, idear cómo introducir el tema y elegir las palabras correctas para ser comprendido lo mejor posible. “Sí, eso es, así le diré todo lo que tengo pendiente. Todo saldrá bien”.

Al llegar el momento que has estado esperando, transpiras. Te convences de que ya es tiempo de hablar, y entonces, tu memoria de defrauda. Como siempre que la necesitas. Cuando decide volver en sí, todo lo que ideaste anteriormente ahora no tiene sentido. No cuadra.

La perfección de la situación creada debió haber sido producto de tu imaginación y el cerebro simplemente se dio la tarea de jugarte una broma y lo logró.

Entonces te alejas, abandonas el plan igual que como la valentía te abandonó a ti. Y decides que, al fin y al cabo, no era tan importante el asunto.

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